12 de agosto de 2014


Muchas veces, sentía que él y yo solo nos buscábamos para los besos y las caricias. Muchas veces, dude sobre el porque seguía aquí. Muchas veces me declaré victima de las depresiones por sus actos. Estaba mal. Estaba ciega. Descubrí que mas que querer vernos para besarnos, lo hacíamos para volvernos exploradores de la ciudad, perdernos en las calles y entrar a los museos que se nos pusieran en el camino, comer en lugares diferentes y probar cosas nuevas, escuchar música juntos, debatir sobre datos curiosos y tomar millones de fotos con gestos extraños. Descubrí que él seguía aquí, porque más que querer a una novia, quería una amiga, alguien a quien pudiera contarle muchísimas cosas, decir tonterías y decirle cosas cursis. Quería alguien a quien pudiera mandarle imágenes graciosas, o iniciar conversaciones como si fuesen completos extraños. Entendí, que lo que hacía que me enojara, lo provocaba para conocer más de mí, saber que no debía hacer y realizar estrategias para pedirme disculpas. Comprendí, que los chicos se enamoran como idiotas, que les gusta hacernos enojar, que les duele vernos mal, que harían cualquier cosa por vernos mejor. Comprendí que los chicos sufren más en el amor que las chicas. Ellos buscan más que una novia, más que alguien con quien besarse frente a sus amigos. Y las chicas somos tontas por ignorar todo eso.

25 de julio de 2014

Él me gusta, me gusta como jamás pensé que pasaría. Me gusta en lo secreto y prohibido, me gusta entre risas de la nada y pláticas de todo. Me gusta la manera en que me hace perder la vergüenza y me entrego a desearlo tanto, tanto que me duele la piel si no me insinúa sus ganas, si no me acaricia. Él me gusta, contra todo pronóstico, contra toda ley de gravedad y normas de comportamiento. Él me gusta y mi cuerpo lo grita al sentirlo cerca. Él me gusta en el sentido más estricto de la palabra, en el sentido más práctico del placer. Me gusta su piel y la magia. Me gusta su risa y la barba. Él me gusta para contarle los cuentos de las mil y una noches, sin ropa, dispuesto, con ganas… Y en su cama. Si, él me gusta.

18 de julio de 2014

Decía mi abuela que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el cabello; de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar hasta el resto del cuerpo; había que tener cuidado de que la tristeza no se metiera en los ojos pues los haría llover, tampoco era bueno dejarla entrar en nuestros labios pues los obligaría a decir cosas que no eran ciertas,  que no se meta entre tus manos- me decía-  porque puedes tostar de más el café o dejar cruda la masa; y es que a la tristeza le gusta el sabor amargo. Cuando te sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar  cuando el viento del norte pegue con fuerza. Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces del ahuehuete y suave como la espuma del atole. Que no te agarre desprevenida la melancolía mi niña,  aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia. No la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, porque fluirá en cascada  por los canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo. Trenza tu tristeza, decía,  siempre trenza tu tristeza. Y mañana que despiertes con el canto del gorrión la encontrarás pálida y desvanecida entre el telar de tu cabello.
Estoy enamorada de ti, y no me apetece privarme el sencillo placer de decir la verdad. Estoy enamorada de ti y se que el amor es sólo un grito en el vacío, que es inevitable el olvido, que estamos todos condenados y que llegará el día en que todos nuestros esfuerzos se volverán polvo. Y se que el sol engullirá la única tierra que vamos a tener, y estoy enamorada de ti.
Muchas personas cometen el error de entregar a alguien la razón de su felicidad, y por eso siempre terminan decepcionándose; ningún ser humano es capaz de cumplir todas las expectativas de alguien.

¿Nunca han sentido que desean a alguien muy desesperadamente? No en un ámbito sexual, sino que necesitan tocar su piel, abrazarlo, sentir su calor y su olor, ver su sonrisa, ver lo suave que su cabello es, ver dentro de sus ojos y sentir su voz. Sabes que es físicamente imposible tenerlo a tu lado, pero lo quieres tan desesperadamente que sólo quieres que sea tuyo y que esté físicamente para ti siempre.
Quiéreme con todo y libertad, porque me encanta hacer lo que quiero. Me gusta irme sin tener día y hora de llegada. Me encanta sentir que no necesito de nadie para subsistir y mucho menos para ser feliz. Odio los compromisos, no pienses que huyo, es solo que me alejo de ellos. Porque dejaré de ser libre y me tendré que aferrar a alguien. Y la chica libre y feliz se desgastará, su brillo interior se irá, esa luz de la que te enamoraste se extinguirá y ella también.
Aún te siento recorriéndome con tu lengua hasta el más pequeño y minúsculo de mis poros de piel. Aún te siento saboreándome, haciéndome tuya de una y mil maneras indescriptibles, inscribibles. Todavía puedo recordar todas las batallas que tuvimos entre las sabanas, todas las guerras perdidas entre tu piel, y otras tantas ganadas en la mía. Aún te siento observándome dormir, y muchas tantas, puedo asegurar que todavía me amas.
Y cuando te desnudes ante él recuerda que al corazón no se llega por entre las piernas.